ADVERTENCIA: El siguiente relato da cuenta de lo sucedido el pasado miércoles 2 de abril, cuando un grupo
de jóvenes decidió adentrarse en una de las principales villas nido del terrorismo chileno, si eres menor de 18 años,
te recomendamos no seguir leyendo, aun
mas, si eres menor de 18 años y tienes una leve tendencia a ir contra lo considerado normal o
establecido, es mejor que cierres esta
pestaña, ya que las experiencias vividas aquel día, están dotadas de un fuerte
contenido sobrenatural, anormal y
experimental, que podrían influenciar o potenciar tu rebeldía patológica.

Es la segunda vez que nos
reunimos como exploraciones urbanas para recorrer la ciudad, y al igual que
la vez anterior, partimos en la casona de arquitectura, ubicada en
calle Dieciocho, hoy tenemos como
“destino” Villa Francia y para llegar
a ella tomamos la micro 509, en
la que pagan pocos y subimos muchos,
durante el trayecto en micro no hay algo que
llame mucho la atención a excepción de un túnel que por el efecto que produce ver las luces
a gran velocidad, me recordó a un video musical. Estuvimos arriba de la
509 aproximadamente 20 min. Hasta que nos bajamos un poco antes de lo que debíamos, olvidándonos que nos esperaban unos
compañeros más adelante, como en ese momento
no nos acordábamos que existían
los otros compañeros, no dimos importancia al bajarnos antes y
empezamos a caminar por una plaza o bandejon central, daba la sensación de que
caminábamos sin saber a donde ir,
hasta que un ruido capto nuestra atención, era el
sonido de los cables de alta tensión, en
ese preciso instante comenzaron las exploraciones
urbanas, empezamos a caminar en la
misma dirección que los cables, quizás por seguir el sonido o porque la plaza nos
marcaba el camino, mientras caminábamos el profe guayo encontró un neumático
atrapado por un árbol (el neumático estaba siendo reprimido por este poderoso árbol que no le permitía ser
libre y solo buscaba retenerlo hasta su punto de ruptura… después nos
enteraríamos que estas historias eran comunes en villa Francia) mientras comentábamos la
lamentable suerte del neumático, llegamos al final de la plaza, que tenia como remate un inmenso terreno lleno de tesoros que la gente había dejado de querer,
nos adentramos en el con en simple gesto
de cruzar la calle y cuando ya estábamos
dentro, caminábamos muy cuidadosos ya
que por nuestros pies pasaban
decenas de tesoros, algunos mas
interesantes que otros, como el CD de
rock latino ese que todos los papás
tienen en casa (ese no tenia papás) o
un disquete que contenía quien sabe que,
o unas planchas de cartón pluma que
tenia impreso el juego de Mario Bross, pero lo mas sorprendente de todo, fue ver a quien creo que era el cuidador del
terreno de los tesoros, era un ser imponente, sin brazos ni piernas (quizás había zafado de la muerte varias
veces, tras las constantes
guerras civiles que ocurren en la
zona) nos acercamos a el, no nos
dirigió ni una sola palabra, tenia la
cara pintada como el diablo de los Kiss y la única prenda que llevaba era una
polera bastante interesante, le sacamos varias fotos, algunos mas osados se atrevieron a tocarlo, el resto solo se
dedico a contemplarlo hasta que
decidimos seguir nuestro camino y avanzar en dirección a Villa Francia,
mientras dejábamos el peladero atrás, se podía
apreciar que las torres
que sostenían los cables sonoros
ocupaban gran parte del espacio de la plaza.
Caminamos, anduvimos, caminamos, anduvimos por largo rato bajo el
acechante sol hasta que nos encontramos con uno de los compañeros que habíamos
olvidado al principio, dirigimos algunas palabras y seguimos caminado, el paisaje urbano empezaba
cambiar las casas de uno o dos pisos
que habíamos visto en la mayoría de
nuestro andar se esfumaban y empezaban a aparecer departamentos de mediana altura con problemas
de hacinamiento que tenían como
solución ampliaciones palafiticas. El calor ya empezaba hacer
efecto en el grupo, caminábamos mas lentos, observamos menos y veíamos burras que eran mulas, así que
decidimos sin conversarlo, detenernos en un puente que estaba sobre un canal,
para que nos entregara un poco de su
frescura, algunos decían que estaba hediondo, yo preferí guardar silencio, no
quería ofender al canal, se le notaba sensible y por lo demás, lo único
que lograba sentir en ese momento era el alivio que entregaba el canal a las
altas temperaturas, esperamos que pasara una moto bajo un hombre, una bicicleta
bajo un niño y una guagua sobre un coche por aquel puente para seguir con nuestro
andar, ahora de forma mas dispersa, algunos mas adelante junto a la profe
Camila, otro conversábamos mas atrás y el profe
guayo por un lado diferente, hasta que se nos apareció una huerta comunitaria y un muro recordatorio de un joven acecinados
por los pacos, eso hizo que nos volviéramos a aglomerar y que dedujéramos
que ya estábamos en Villa France, organización comunitaria y victimas de represión son
características de la famosa villa.
Estábamos buscando a una señora que nos
podía contar un poco más de como funcionaba el lugar, por las cosas que habían
pasado sus habitantes y por las que seguían pasando, no nos costo mucho llegar
a ella, de pronto, estábamos sentados en una plaza llamada
padre mariano esperando a que
aquella señora nos recibiera en su casa,
pasaron un par de minutos hasta que la
señora Silvia Medina nos abrió la puerta, salieron perros y ella invitándonos a pasar, entramos en su casa con nuestra “habitual timidez”,nos
sentamos para escuchar lo que nos quería
contar, fue una conversación larga y
amena, llena de curiosidades de nuestra parte y de sentimientos desde la de ella, estaba
muy abierta a contarnos sus historias, que eran las historia de la villa, incluso nos dejo invitados para
una segunda vez, tenia mucho mas que contar, nos despedimos
y salimos de su casa muy
agradecidos, poniendo mas atención
a lo que estaba a nuestro alrededor, ya
comprendíamos un poco mas, que la historia de villa Francia, estaba en su calles,
en sus muros, que tenían bocas para
recordar lo que no se debe olvidar, y
siguiendo esas bocas es como
continuo nuestro recorrido por san José de Chuchunco ( la señora Silvia nos
había contado que ese era el antiguo nombre de villa Francia y que
en un momento algún siútico para acercarse
a las europas, la renombro )
vimos cada mural con ganas
de mirar el que seguía, queriendo sacar la mayor información de ellos,
así paso el tiempo hasta que estábamos de vuelta en la calle que habíamos empezado, eso nos decía, que las exploraciones urbanas
por aquel día habían acabado.
Diego Lego Donoso