La travesía comienza donde muchas
veces ya había comenzado, mismo lugar, mismo transporte, algunas luces verdes y
unos buenos días dan pie a la aventura. Murmullos varios se escuchaban en el
ambiente, ¿hacía donde vamos? Esta micro va rápido, ¿será seguro que la micro
cruce este antiguo puente de madera?, volvemos a un camino asfaltado y una mano
nos señala que es tiempo de descender, mas fue una parada en falso, no era
nuestro destino, seguimos unos 200 metros, ahora la señal si es correcta.
Algunos de los asistentes al safari han quedado rezagados, no sabemos de ellos,
quizás han sido presa de algún animal, quizás han caído en alguna trampa del
asfaltoso Santiago. El tiempo corre y no podemos esperar, confiamos en que nos
alcanzarán en algún punto.
Bordeamos lo que parece ser una
instalación militar, grandes edificaciones capaces de albergar unos cuantos
elefantes se presentan en el paisaje, la más particular es una torre que parece
ser el centro de vigilancia central, el panóptico, sugiere mucho el recordar
ese extraño ojo de fuego de las tierras medias que ya muchos no visitan, Saurón
la torre. Particular es su diseño, al parecer está hecho en base a cajitas,
nadie sabe que tienen dentro. Seguimos mirando por pequeñas grietas en la
muralla, grietas que nos dicen que esta zona aunque militar puede ser penetrada
igual, de repente los muros desaparecen, es un gran pasadizo, puede ser una
trampa, decidimos tomar el riesgo.
El desierto era voraz, espejismos
jugaban con nuestra mente durante mucho tiempo, la estepa no terminaba, el
verde de repente hacía su aparición, pero decidimos no creer, el sol y el calor
no jugarían con nuestras mentes de esa forma, pero para nuestra fortuna esta
vez era real. Corrimos hacia él, cuando sorpresivamente unxs extranjerxs hicieron
su aparición, nos contaron historias de fama, fortuna, nos ofrecieron el mundo
y la nada, la dicha y el dolor, la vida eterna, a cambio de un simple contrato
donde cedíamos nuestra voluntad. Algunos dudaron, otros rechazaron, finalmente
nadie aceptó y ofrecieron su conocimiento a cambio de unas hierbas verdes que
alguien portaba entre sus ropas. Nos contaron como estas tierras solían ser
visitadas por espectaculares aviones provenientes de Marte, Venus y las
infinitas pistas de aterrizaje de Saturno, que los militares guardaban
marcianos y secretos en los hangares y bajo tierra, que luego de algunas
disputas territoriales la muerte se hizo presente llevándose muchas almas y el
territorio quedó desierto, antes de morir, el último hechicero echó una maldición
y nunca más se vio una máquina voladora de aquellas, se perdió contacto con
otros planetas y el puente de arcoíris fue cortado y destruido.
Analizando, comprendiendo y digiriendo
las historias de lxs extranjerxs de pronto nos vimos caminando hacia los hangares
principales y una casa abandonada, múltiples manuales de “Fabrica tu propia
máquina voladora” yacían en los estantes y suelo, material impresionante pero
que nadie de nosotros y nosotras supo comprender. La casita presentaba un
deterioro notable, un segundo piso para gente no superior a 1,50 m nos llenaba
de curiosidad, pero la estructura parecía ser el almuerzo de termitas y por
seguridad decidimos seguir nuestro camino. Al continuar fuimos atacados por
alguna especie de hombres invisibles, botellas de vidrio, grandes y pequeñas,
caían del cielo y rompían en nuestros pies, al parecer no corríamos peligro,
pero alguien no quería que estuviéramos ahí. Nos armamos de valor y nos
encontramos con muchas cosas divertidas, al parecer un circo había estado en el
lugar y habían dejado sus implementos tirados, balones, grandes tubos
semejantes a los barriles de payasos y algunos gorros fueron diversión por un
buen lapso de la incursión. Los balones aparecían por todos lados, al parecer
era restos de la gran batalla de los balones, un periodo de la sangrienta
guerra territorial. Los balones nos guiaron hasta lo que parecía ser un lago,
la vida se había alejado de estas aguas, peces muertos flotaban en la
superficie. Una barcaza pirata anclada en la esquina nos hacía una invitación a
navegar por el lago, algunos subieron pero bajaron al instante pues el lago era
muy profundo y la barcaza no era capaz de mantener la dirección, al parecer aún
no estaba terminada. Avanzamos y vimos el puerto, antes lleno de comerciantes,
ahora vacío. Fue lugar de avistamiento de la isla anaranjada, un punto de
descanso, al irnos fue lugar de un reencuentro amoroso, decidimos dar intimidad
y nos fuimos del lugar.
La estepa volvía a hacerse del
paisaje, y montones de juguetes y cosas varías se sumaban a nuestra visión, de
repente Sir Diego encuentra lo que parecía ser una cueva vertical, un agujero
azul, el lugar de destino del agujero era incierto, luego recordamos las
historias, quizás es donde los militares guardaron los marcianos capturados.
Sir Diego y Frodo el hobbit, descendieron a la cueva llena de agua, la
oscuridad era el panorama dentro de la cueva y parecía no verse un destino
claro. Ninguna criatura se avistaba, en ciertos lugares el agua tomaba colores
verdosos y café, decidieron abstenerse de sus ganas y volvieron a la
superficie, el oxigeno se hacía escaso igualmente. Apuramos nuestro tranco en
busca de nuestros compañeros de expedición, casi al alcanzarlos dos niñas nos
llaman: Holaaa, holaaaa, ayuda!, eran Marta y Patricia, dos niñas pequeñas
perdidas de sus casas. Nos contaron que eran de un pueblo cercano, que buscaban
a su perro y de pronto ya no sabían dónde estaban, les dijimos que nos
acompañaran, las ayudaríamos a encontrar su hogar, pero primero debíamos
sumarnos a nuestros compañeros. Encontramos una mochila estilo canguro, y
dejamos ahí a las niñas. Encontramos a los demás justo frente al gran hoyo, una
faena minera y cantera abandonada hace tiempo, un poco tóxica y por algunos
recovecos el grisú hacía aparición, peligros de explosión nos hicieron
abandonar rápidamente el lugar, el sol parecía no terminar nunca, no teníamos
noción de horas, solo nos quedaba caminar. Unos cuántos kilómetros más, las
niñas despiertan y nos señalan que esas son sus pisadas, Pillín decían las
pisadas, al comparar con las suelas de sus zapatos decidimos seguir sus
huellas, al poco tiempo estábamos en su pueblo, el pasto volvía a aparecer, su
casa era un restaurant, corrieron a la cocina y encontraron a su padre,
nosotros nos tiramos en el pasto por un merecido descanso. El reabastecimiento
marcó el final de nuestra expedición, los padres de Marta y Patricia nos
señalan el lugar donde el transporte más próximo nos llevaba a la región
continua, las despedidas correspondientes y recobramos nuestro camino. La
parada parecía ser una champiñón, su estructura parecía servir para protegerse
de la lluvia, a los minutos una oruga hace aparición, finalmente la abordamos y
nos alejamos de aquellas tierras que alguna vez fueron el nexo entre la tierra
y el espacio.
buenisimo...parada champiñon y la oruga ajajaja
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