sábado, 5 de abril de 2014

FAU, Caminata #1

Como ya sabemos, el ser humano está en una perpetua contradicción: el instinto y la razón compiten constantemente para definir toda decisión y actitud en la vida. Es por esto que cada decisión racional tiene su contraparte irracional, emotiva, instintiva, muchas veces inexplicable; igual que el sedentarismo heredado del neolítico tiene una reacción nómade, hermana del impulso animal que recorre el territorio para apropiarse de él.

Como también sabemos, la superficie terrestre fue hace largo tiempo declarada descubierta, mapeada y conocida. Sin embargo, en la sociedad de las rápidas transformaciones y contradicciones simultáneas, lo mapeado, registrado y teorizado se hace insuficiente para comprender la realidad física y social que emerge y desaparece intermitentemente en nuestras ciudades. En ese sentido, la exploración, el caminar como medio para apropiarse temporal (pero irrevocablemente) del territorio, se convierte en una herramienta plausible en este re-descubrimiento de una realidad artificial y que, muchas veces, no suele aparecer en medios tradicionales.

Utilizando este mismo método empírico, definimos una ruta referencial para nuestra ciudad, Santiago de Chile. El trayecto que definimos para re-conocerla es de Norte a Sur, pero considerando los bordes urbanos y el encuentro con áreas rurales y agrícolas.


Comenzamos subiendo un cerro sin nombre, al norte de Colina, caminando por su ladera. Caminamos a través de una zanja, que al parecer recorría todo el cerro en determinada altura. Después comprobamos que era una canalización de agua, cuyo origen ni destino pudimos comprobar. En la zanja, que en algunos tramos era un túnel de roca, había basura, zapatos, latas de cerveza. Parecía ser un lugar utilizado más de una vez como refugio de la ciudad, sobre todo por la capacidad física de dar refugio y al mismo tiempo concentrar una vista muy interesante de la ciudad.
Descendimos por la ladera sur oriente, a lo que parecía una industria productora de cemento y ladrillos, ubicada entre el cerro y condominios cerrados, imagen realmente contrastante desde la panorámica en altura. Pasamos fuera de un colegio, cuya vista era obstaculizada.
El colegio era parte de uno de los barrios-condominio que habíamos visto antes desde el cerro. Era un barrio residencial, con áreas verdes privadas, con calles cuyos nombres eran “Calle Privada 1”, el espacio público limitaba con una reja que separaba condominios. Lo primero que pensé fue que era un lugar sin identidad, genérico, insípido.
Ya en el borde del condominio recorrimos el límite de proyectos que apuntaban al mismo tipo de vivienda. Sin embargo, cruzando una esquina, nos encontramos con una ciudad radicalmente diferente. Una ciudad menos rica, pero mucho más viva. Pasamos, inmediatamente después a una zona de bodegas, propia de un barrio empresarial.

El fin de la exploración fue bordeando el mall Plaza Norte, remate de una secuencia muy contradictoria desde un elemento natural, pasando a un espacio destinado a la industria, luego una burbuja residencial, adyacente a su vez a viviendas mucho más económicas que le miran la espalda a este gran complejo comercial. Secuencia de realidades muy contrastantes, sobre todo porque cada una de éstas parece tener una forma propia de funcionar y no necesariamente de funcionar armónicamente con el resto de la ciudad.

Por Felipe Avalos L.

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